Diego Gravinese
Mencionado por
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- Andrés Compagnucci
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- Fabián Burgos
- Leandro Erlich
- Manuel Esnoz
- Emiliano Miliyo
- Grupo Mondongo
- Esteban Pages
Biografía
Nací el 28 de Octubre de 1971, en La Plata.
A los 18 entré en Bellas Artes, en la Prilidiano Pueyrredón. A mitad de año me aburrí y me fui. Al año siguiente volví a empezarla, ahí conozco a Leandro Erlich y a mitad de año, esta vez, la dejamos juntos. Conozco a Ana Eckell, la persona decisiva en mi vida como artista. Empiezo mis primeros acrílicos en formato grande.
Al año siguiente, el día de mi cumpleaños 21 inauguro “Mi primer Sopena” (individual) en el Espacio Giesso. Ruth Benzacar me propone trabajar con ellos. Al año siguiente, 1993, muestro “Herencia” en el Casal de Catalunya. En 1994 “Everyone needs a Madonna” en el ICI, y en 1995 en la Fundación Banco Patricios.
Me dan algunos premios y expongo en muchas muestras colectivas. Hago instalaciones con videos. En el '97 expongo en la nueva sala de Ruth Benzacar, la muestra se llamó “Surfer”. En el '99 expuse All Smiles en N.Y. con DeChiara/Stewart y en Argentina ayudé a la apertura de Belleza y Felicidad donde hice una primera instalación que siempre me gusto: “Mi cielo privado”. También me instalé en NY donde expuse de vuelta al año siguiente, en 2000, “Garden of Delights” otra vez con DeChiara/Stewart. Hago una última muestra, “GRAVINESEPUNGA” en 2003 en Ruth Benzacar y en 2004 finalmente me pasé a Zavaleta Lab, donde hice “Cita” en 2005. Esa fue mi última muestra individual. Me separé de Zavaleta Lab el año pasado. En todos estos años mostré en Bs As, NY, Chicago, Los Ángeles, Milán, Madrid, Paris, San Pablo, Porto Alegre, Lisboa, Ámsterdam, Berlín, Praga, Barcelona, entre otras ciudades. Mostré en museos, galerías, casas y hoteles.
Mi cerveza favorita es Little Creatures. Y me gusta el asado, cada tanto.
The Metod (2008)
Visión del arte
Lo sigo al estudio, donde revisa su diapoteca y encuentra una que lo fascina. Es una cacatúa haciendo malabares sobre la cuerda floja en un zoológico de Miami: "Me la regalo Nahuel Vecino hace como 7 años. La foto es parte de una set de diapos, un souvenir de ese zoo de los 70's.". Decide que va a ser su próxima pintura.
Empieza por trazar los contornos del pájaro usando el proyector sobre una tela de 1.40 x 1.80. Está feliz."Pienso que la cacatúa es todo", me dice, "es toda la humanidad: haciendo cosas que le son completamente ajenas por un poco de amor y comida, al tiempo que se ve esplendida en su traje blanco.... naturalmente majestuosa y tristemente domesticada al mismo tiempo." En esa escala la figura es realmente monumental: "..siento que estoy pintando la vez un retrato del papa, el de una vedette y el de Jeff Koons. Todos en uno".
Enmascara la silueta del pájaro amaestrado. Empieza a pintar el cielo. Comienza con un degradé desde unos oscuros azules de Prusia hasta un casi blanco.
Más tarde le da de comer a sus gatas y pone la tele. Me dice que suele pintar con la tele de fondo. Aunque cada vez le gusta menos. Detesta MTV, y los documentales que dan en este momento o ya los vio o no le interesan. Pone las noticias, pero estas lo afectan y me dice que el mundo de repente le parece un lugar horrible.
Apaga la tele. Y vuelve al cielo. Ahora perfecciona en óleo lo que ya pintó en acrílico. Le toma 2 horas lograr el degrade perfecto. Compara el azul y no es exactamente el mismo de las fotos en alta que están desparramadas por todo el taller. Me dice: "Nunca hubiera pintado un cielo de este color en mis épocas de slides descoloridos.
Sin embargo esta artificialidad se parece más a la realidad. Me da felicidad en el estomago."
Chequea los mails y encuentra que Panda le mando música nueva. Es Beirut. Lo descarga en su mp3 y sale a correr. Hace calor, pero él me dice que el horror del mundo al correr se desvanece entre la música de Panda y el olor a pasto recién cortado de de las casa de Boulogne.
Vuelvo unos días más tarde: la cacatúa avanza."Pintar los detalles brillantes de su bicicletita de artista de circo me llena de placer. Por supuesto que [Andrés] Compagnucci lo haría mil veces mejor". Al medio día llega Leandro Erlich. Diego le muestra sus pinturas, hablan, y después vamos a comer a El Entrerriano. Ellos divagan acerca del arte, y todo parece tener relación con todo.
Más tarde, mientras continúa pintando me dice: "entre el asado y el vino, cuando volví a ver la cacatúa, de repente cobró dimensiones mitológicas y pensé que era lo mejor que hubiera pintado jamás. Pero ahora (una hora y dos cafés más tarde) me doy cuenta que eso es una pelotudez". Se aboca a los detalles de las ruedas. Le lleva lo que queda del día terminarlas.
Al día siguiente llama Leandro al mediodía desde el restaurant nuevo de Sergio de Loof: una de las mozas que lo atendía llevaba una diapo como pendiente: al acercarse, Lean se dio cuenta que era la cacatúa. Exactamente la misma diapo de 30 años de antigüedad. Las posibilidades son tan increíblemente bajas, que celebran el momento como si se tratara de magia real.
A la noche, Diego saca fotos del cuadro, las sube a su Flickr, contesta emails, termina un pequeño encargo para una señora de Nuñez, y luego habla con Panda por una hora en el teléfono. Se va a dormir. Antes, al lado de su cama alcanzo a ver una Ciencia Hoy y The History of Love, de Nicole Krauss. Al día siguiente me llama y me cuenta un sueño: "Había cuadros. De repente aparece Duchamp y se ríe. Yo le digo que él también era un artista visual. El se ríe más fuerte. Yo me empiezo a reír también, y no podemos parar". J.V.
Yo me sentí así por bastante tiempo hasta que Diego Gravinese empezó a mantenerme frecuentemente al tanto de los avances de sus trabajos actuales, los cuales pronto verán la luz en su próxima muestra, este año. Le oí contarme la evolución de cada tela hasta su estado final.
Puedo imaginar días de conversaciones entre él y cada imagen, negociando, hasta llegar a un acuerdo de ambos lados.
Por esta intimidad con cada tela, ya no puedo permitirme más mirar furtivamente a una imagen por miedo a romperla. Me di cuenta de que Gravinese no usa su técnica de fotorrealismo para tratar de achicar la brecha entre lo real y su imitación, sino, de hecho, lo contrario; la precisión no se lleva a cabo por la precisión misma: de alguna manera su técnica y composición resaltan el modo en que un medio puede tomar posesión de una imagen. Como él dice: "todo se trata de líneas y formas".
Hay un punto del proceso, usualmente a 3/4 de camino, cuando su pintura finalmente se apodera de la fotografía. Ciertas partes de la imagen están enfocadas de manera tal que al espectador se le revelan detalles de la composición que no apreciaría en la foto. Esto, estoy convencida, es lo que hace a sus imágenes interminablemente intrigantes. Tras semanas de verlas desarrollarse y madurar, sólo recientemente me percaté de ciertos aspectos inherentes a la composición: cómo ciertos fragmentos de luz se reflejan, cómo ciertas aéreas son intencionalmente enfocadas u otras dejadas de lado.
Yo no soy, por supuesto, la primera en notar esto. Hay numerosos artículos sobre su obra, donde el crítico quedó cautivado por un área específica de la tela: un mechón de pelo de una mujer, los pliegues de una mano o la cara de un chico. Al parecer estas fijaciones aparecen porque la misma pintura las revela, y en este sentido cada vez que veo estas pinturas, se siente como aprender a ver de nuevo. Supongo que ésta es la verdadera esencia de aquella noción de Marshal McLuhan, de que el medio es el mensaje.
Por ahora, las pinturas de la próxima muestra de Gravinese consisten en una sola imagen. Los detalles diagramáticos multi-capa que fueron el rasgo icónico del artista han sido dejados de lado, y las pinturas efectivamente requieren más tiempo y atención de parte del espectador. Ya no hay indicadores o distracciones de los elementos que componen la imagen, solo una composición singular, única, refiriendo y criticando al mismo tiempo a la tradición y disciplina del arte pop.
Me doy cuenta de esto y ya no quiero evitar detenerme por temor a que la imagen se degrade ante mi interrogación: estas pinturas se ofrecen tan interminablemente, tan cargadas de información, que sólo quiero quedarme, para absorberlas.
Christina Chau
Leandro Erlich, Marcelo Pombo, Emiliano Miliyo, Esteban Pages, Nahuel Vecino, Pablo Siquier, Fernanda Laguna, Gachi Hasper, Sebastian Gordín, Fabián Burgos, Luis Lindner, los Mondongo, Daniel García, Deborah Pruden, Juan Tessi, Guillermo Kuitka, Nicola Constantino, Fabián Marcaccio, Max Gómez Canle, Manuel Esnoz.
También Gyula Kosice, Antonio Berni, De La Vega, Macció, Oscar Bony, Marta Minujin. De afuera: Franz Gertsch, Gerhard Richter, James Rosenquist, Jeff Koons, David Salle, Malcolm Morley, Robert Bechtle, Richard Estes, Martin Kippemberger, Michel Majerus, Neo Rauch, Glenn Brown, Ron Muek, Maurizio Cattelan, Sigmar Polke, Damien Hirst, Wolfgang Tillmans, Juergen Teller, Dan Graham, David Salle, Eric Fischl, Lichtenstein, Warhol.
Por supuesto me estoy circunscribiendo al mundo del arte de los últimos 30 años y estoy dejando afuera a artistas de épocas anteriores, y a otros de todas las épocas de los cuales me gustan sólo algunos trabajos (como así también a músicos, escritores y directores de cine, etc..., todo lo cual confluye también en mí al momento de elegir una imagen, un color o una forma).
Pero (a diferencia del truco ilusionista) al mismo tiempo que nos decepciona abre nuevas lecturas, basta con ver las fotos de la gente sentada en el piso disfrutando de esa especie de útero protector una vez superada la sorpresa inicial. La decepción no nos deja vacíos, sino que nos sentimos mejor al darnos cuenta que la percepción del mundo está en nuestra cabeza.
Yo disfruto muchísimo de los juegos semánticos y descreo de toda ciencia definitiva. La obra de Leandro entonces me parece genial, no solo porque quiebra de la ilusión perceptual, sino porque tiene la factura propia de un arquitecto con desorden obsesivo compulsivo, y la magia del trompe l'oeil holandés.