Visión del arte
1. Elija una obra que lo/la represente, descríbala haciendo referencia a su formato y materialidad, su relación con el tiempo y el espacio, su estilo y su temática; detalle su proceso de producción
Tomo como representante a una obra-objeto que se encuentra todavía en observación, se podría decir que es aún un prototipo o maqueta para una serie por venir, pero puede resultar que sea esta la única obra o resultado del proceso que paso a intentar describir.
Dar vuelta un cuadro, pero darlo vuelta como una media. Hará unos 4 o 5 años, buscando en un libro algún cuadro de Malevich para copiar y tener en casa, me llamó la atención uno llamado “Cabeza de un campesino (con barba negra)”; en esta pintura la cara del campesino es clara y no tiene rasgos, está enmarcada en una barba negra, y el fondo es azul. Me pareció que la figura central avanzaba tanto y en contrapartida el fondo retrocedía tan exageradamente que la pintura podía llegar a explotar e implotar al mismo tiempo con sólo darle un empujoncito. O sea darse vuelta como una media (lo de adentro hacia afuera y viceversa), ¡estos son los puntos de partida que más me divierten! Como encontrar otro color, uno nuevo, o estar más allá, en un paisaje siempre más allá. Traté entonces de explicárselo a mi mujer lo más claramente posible y nos pareció divertido dibujar al barbudo de ésta manera y ver entonces cómo cada uno imaginaba que se podía dar vuelta un cuadro como una media. Los resultados fueron completamente distintos porque en el proceso hay infinidad de decisiones que tomar, y así fue que se abrió algo que me interesó continuar cada tanto para ver adonde llegaba y qué cosas iba encontrando. Busco ahora ese primer dibujo que conservé y lo encuentro entre una pila de bocetos hechos sobre volantes de fiestas y recitales (de cuando trabajaba en un bar), está hecho a lápiz y es muy esquemático. Se ve un círculo en el que la parte exterior corresponde a la cara, que ocupa los bordes, luego hacia adentro viene la barba y enmarcado en un círculo interior se encuentra el cielo o fondo con un cuadrado en el centro que corresponde al borde exterior del cuadro de Malevich, que ahora es interior y se encuentra conectado a la cara del campesino (que ahora esta en los bordes) por un cuello que se conserva similar al original sólo que invertido especularmente o rotado 180 grados. Este bocetito se encuentra junto a otros, que son ejercicios similares en los que se ve que ya incorporé al marco de la pintura poniéndolo en el centro (porque si la imagen explota, el objeto implota) e incluso apliqué el mismo método (difuso y ambiguo) a una habitación y a una casa. Continué pensando sobre cómo dar vuelta un cuadro como una media (lo lamento pero no se me ocurre otra manera mejor y sintética de decirlo) esporádicamente, usualmente en vigilias y esperas, hasta el año pasado. Viendo los cuadros que estaba pintando (paisajes a traves de ventanas, micro mundos que perfectamente podían substituir un afuera) decidí tratar de aplicarles el pseudo método y sacar al menos un objeto en limpio, entonces volví a dibujar al respecto para poder pensarlo gráficamente. Así fue que trabajando en mi libreta del momento encontré que podía no sólo incluir el marco en el objeto sino que también podía incorporar un pedazo de pared en el centro de la obra, en realidad a modo de pequeña muestra del universo externo a la pintura, porque si todo lo de afuera va al centro y viceversa, cabría todo dentro del marco, o sea en el centro del objeto (claro que habría que miniaturizar el mundo para ponerlo en el centro del objeto pintura invertida dada vuelta como una media con marco y pedazo de pared). Siendo así, decidí simplemente poner un pedazo de pared en el centro y pense entonces que esa pared podía estar empapelada. Quedé varado en esta instancia un tiempo porque me dediqué a estudiar un poco la historia de los empapelados (que es graciosamente paralela a la historia de la pintura) y a pintar en témpera algunas réplicas de empapelados que por sus referencias históricas me parecían adecuados además de ser hermosos, y también pensé en inventar los mios propios pero a partir de obras de Siquier o Pombo, y fue ahí que me di cuenta que lo de los empapelados me estaba tornando chistoso y coyuntural y deseché el asunto, quedándome con la pared limpia y diferenciada de la pared soporte sobre la que fuese a colgar la obra sólo por brillo y color. Esa última decisión destrabó todo y pasé a la instancia del marco. Fui entonces a lo de mi marquero y le encargué unos pequeños marcos invertidos, o sea con la pestaña hacia afuera, en unas varillas doradas y muy ornadas. Nunca me llamó para decirme que los tenía (evidentemente pensó que estaba delirando) así que pasado un tiempo me fabriqué uno con unos sobrantes de varilla de tipo italiana pero no me convencía. ¡El maldito ornato! El marco debía ser dorado (el oro, en pintura, está siempre entre la representación y la realidad), pero ¿cómo podía no ser un adorno, un chiste? Encontré la solución mientras hacía unos bocetos en la computadora con un programa de 3d. ¡La escalera! Si me fascinan las escalinatas y el marco que más me gusta es el de escalerita, ¿cómo no se me ocurrió antes? La escalera es perfecta, el traspaso de la pintura hacia el exterior que ahora se encuentra en el centro, ¡qué mejor que hacerlo por escalera, una escalinata dorada! Aproveché entonces para acentuar la diferencia de separación con respecto a la pared del soporte-pintura, resultando esto en una especie de agujero en el centro del objeto. El exterior era ahora un agujero central al que se descendía por una escalera dorada. Vuelvo ahora a la libreta y encuentro las breves anotaciones al respecto, las transcribo: escalera, regrets ammounting, possibilities decreasing; el picture in picture; tal vez romper el centro, multiplicar el marco; el salto imposible; la trompeta de mimbre; recordar la explicación de Carl Sagan sobre los agujeros negros y la curvatura del espacio. Llegado a este punto me puse a dibujar posibles motivos para la pintura pero lo siguiente a resolver tenía que ser el borde perimetral, muchas decisiones había que tomar al respecto ya que varios caminos se abrían en distintas direcciones y cada uno implicaba algo, sin contar con que siempre existe la contundente y arbitraria instancia final de si queda bien o queda mal. A ver, repasemos, el borde, habiendo tomado la decisión de que lo haya (ya que la pintura podría extenderse infinitamente si yo fuese realmente exaustivo u ortodoxo), es en este objeto lo que en una supuesta pintura original es el centro, o sea que materialmente podríamos tomarlo como un lienzo voladizo, separado de la pared como si hubiese la nada debajo (como en los antiguos mapas del mundo plano, sostenido por atlantes, ya que este terminaba abruptamente). Me contuve para no pensar en poner atlantes debajo del lienzo sosteniendo a la pintura, pero sí tuve que repasar un poco los distintos métodos existentes para hacer mapas (proyecciones, gajos, etc) para decidir qué forma perimetral darle al objeto. En los primeros bocetos esta forma era lógica y atinadamente circular, ya que el centro de un cuadro podría pensarse como un punto, y su expansión como algo circular. Pero quedaba mal, definitivamente mal, como una especie de mandala de shopping, asi que probé con distintas convenciones más concretas como hexágonos y octógonos, incluso rectángulos, que como convención de un punto expandido resultan un tanto forzados... pero quedan bien. Habiendo resuelto esto y dibujado algunos posibles motivos para la parte “pintura”, aparentemente satisfactorios, dejé que todo esto durmiese una reflexiva siesta mientras me ocupaba de otros igualmente pretenciosos proyectos.
Hace un mes, esperando el atardecer en los medanos de Reta, tuve la suerte de compartir casi todo lo hasta aquí transcripto con mi mujer, que conocía gran parte, mi hija, que saludablemente no prestó atención, Juliana Iriart y Ernesto Ballesteros y juntar nuevo impulso para la arremetida final. El último paso. Pintar. Pero como en una película sin escenas de sexo voy a deliberadamente omitir aquí cualquier tipo de descripción al respecto. La consumación de la pintura ocurrió a puertas cerradas, y sus pormenores quedarán para vuestra imaginación.
Así es que paso ahora a describir la obra, prototipo, sin título, tal cual se encuentra en este momento, luego de haber hecho y deshecho varias en este último mes. Por empezar el objeto mide apenas 22 x 22 cm y resulta ridículamente pequeño para todo lo que pretende (tal vez substituir el universo real por el ficcional y viceversa). Se encuentra colgado en mi taller sobre una pared blanca con restos de dibujos a carbonilla hechos por Maria Guerrieri (mi mujer) y su forma es octogonal. De costado se ve que es un cartón entelado que se encuentra separado de la pared, a unos 2 o 3 cm, y se encuentra sostenido desde el centro. De frente se ve en el centro un marco dorado compuesto por escaloncitos que se hunden hasta llegar a un plano mate de color neutro, distinto del de la pared que soporta la obra, y todo esto tiene una forma romboidal. Ya en el cartón octogonal, entelado y pintado al óleo, hay representado un paisaje amable con un cielo despejado, montañas difusas, un lago y arbolitos, y en el centro, alrededor del marco romboidal se ve un plano volumétrico, algo así como una pared que flota, que en este caso sería una anti-ventana, al que le crecen helechos. A primera vista es un objeto modesto, y en su factura se adivina su condición de entrecasa.
Todavía no tiene permiso para salir.